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Equilibrio económico global: ahorro, inversión y cuenta corriente

Si bien cada país puede tener superávit o déficit en su cuenta corriente, el mundo completo, por supuesto, no puede.
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Por Valentín Carril
10 de Agosto de 2020

Introducción

Existe una relación directa entre el balance en la cuenta corriente de la balanza de pagos y la diferencia entre el ahorro y la inversión de los países. Si el ahorro supera la inversión, ese monto es equivalente al saldo positivo en la cuenta corriente.

Por otro lado, si bien cada país puede tener superávit o déficit en su cuenta corriente, el mundo completo, por supuesto, no puedo. Eso implica que si, por ejemplo, hay un gran país o bien un grupo de países que es usualmente deficitario tiene que haber otro u otros que lo compensen.

Superávit y déficit: equilibrando la balanza mundial

Desde el punto de vista de crecimiento económico, el concepto más aceptado en general es que los países desarrollados debieran ser quienes mantengan un ahorro superior a la inversión, con lo cual serían los países con superávit.

Esto permitiría a los países emergentes invertir por encima de su ahorro interno, lo que aceleraría su crecimiento y permitiría una más rápida convergencia hacia los niveles de ingreso de los países desarrollados. Lo recién descrito no ha funcionado por varias razones, algunas internas a los propios países emergentes, pero también porque los desarrollados no siempre han mantenido un superávit.

De hecho, desde 1980 hasta aproximadamente 1998 el equilibrio mundial se basaba fundamentalmente en un déficit en los Estados Unidos, el cual era compensado por superávits en Japón y Alemania. Si bien la compensación no era exacta, este grupo de tres países, que eran las mayores economías del mundo en esa época, nunca tuvo un déficit mayor al 0,23% del PIB mundial -medido por paridad de poder de compra (PPP)- hasta 1998, cuando este subió a 0,31%.

Sin embargo, lo más complejo vino después, con déficits combinados de 0,51% y 0,71% en los dos años siguientes. Luego, durante los siguientes seis años y hasta el 2006 inclusive los déficits fueron en promedio del 0,62% del PIB mundial por PPP.

Lo anterior significa, naturalmente, que los países emergentes no solamente deben disminuir sus déficits, sino que incluso fuerzan un superávit en promedio. Este ajuste demostró ser muy doloroso, aunque eventualmente el superávit de China (en cual, por ejemplo, se más que duplica entre 2005 y 2007) más la recuperación de Alemania después de su unificación permitieron el retorno a un equilibrio más benigno para los emergentes.

La buena noticia es que el déficit combinado de cuenta corriente de estos tres países desarrollados previamente mencionados no ha superado el 0,14% del PIB mundial desde que se corrigió en el año 2009. Además, superó las expectativas al convertirse en un superávit en el año 2015, lo que se mantuvo hasta a crisis actual.

Lamentablemente para los países emergentes, frente a la pandemia los capitales tienden a converger hacia países considerados menos riesgosos y eso es consistente con un déficit de cuenta corriente de éstos, aunque son déficits significativamente menores que los observados en el período de 1999 a 2006; de hecho, del orden de cinco veces menores y, por lo tanto, no debieran tener el efecto disruptivo que tuvieron en esa época.

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