Los que trabajamos en inversiones sabemos lo dinámico y desafiante que es este mundo. Existe una infinidad de factores que constantemente pueden ir modificando los escenarios bases previstos, los cuales claramente tienen directa incidencia en la valorización de los activos financieros. Por supuesto que la idea es construir y dar seguimiento a carteras que no solo nos permitan conseguir con éxito nuestras metas propuestas, sino que también hacerlo con un riesgo asociado adecuado al perfil de quien se trate. En resumen, construir una cartera que logre el mayor retorno posible para un determinado nivel de riesgo máximo que estemos dispuestos a correr y todo asociado al objetivo de inversión y al perfil de riesgo de la persona.
Detrás de toda esta arquitectura de portafolios de inversión se encuentra un concepto imprescindible, y que es el de la diversificación. Como nos encontramos en un ambiente dinámico, lleno de situaciones que exceden nuestra capacidad de control, la diversificación permite contar con carteras de inversión con comportamientos más estables, sin la necesidad de sacrificar el retorno esperado, es decir, podemos obtener dichos rendimientos con riesgos asociados menores. ¿Cómo se consigue esta magia? Combinando dentro de una misma cartera diversos activos que reaccionen de manera diferente ante estímulos similares. Por ejemplo, ante una inseguridad latente por una alta volatilidad del tipo de cambio, podemos mitigar este riesgo combinando en una misma cartera, acciones de compañías importadoras con exportadoras, de modo que, ante diferentes escenarios, los resultados positivos me permitan inmediatamente compensar las pérdidas de la otra. Si el tipo de cambio sube, esto es positivo para el exportador, pero negativo para el importador, y viceversa.
La manera tradicional de enfrentar este desafío es a través de carteras que combinen renta fija y renta variable. Lo que ocurre, es que, en momentos normales de mercado, estas dos grandes categorías de activos no se mueven a la par o en el mismo sentido, en términos estadísticos decimos que no tienen correlaciones altas. Sin embargo, recientemente hemos vivido algunos eventos en los que acciones y bonos han tendido a correlacionarse, moviéndose en ocasiones, de manera bastante más similar a lo acostumbrado. Por ejemplo, recientemente hemos visto cambios fuertes de expectativas en cuanto a lo que podría hacer la Reserva Federal en Estados Unidos, en materia de política monetaria lo que ha provocado caídas en general tanto a nivel de acciones como de bonos. ¿Existe alguna forma de complementar la cartera de inversiones para paliar este efecto? La respuesta la encontramos en los llamados activos alternativos.
Una definición básica para los activos alternativos serían aquellos instrumentos que no son parte de las categorías tradicionales como acciones o bonos. Podríamos diferenciar los activos alternativos entre: (1) Activos Inmobiliarios (inversión en bienes raíces de carácter habitacional o comercial, oficinas, etc.); (2) Private Equity (participar en la propiedad de una compañía a nivel privado); (3) Private Debt (proveer de financiamiento a compañías en mercados privados); (4) Infraestructura (invirtiendo en obras relacionadas al funcionamiento de la comunidad, estructuras destinadas a logística, etc.).
La inversión en este tipo de activos no reacciona necesariamente de la misma forma a los eventos del día a día de los mercados. En general se trata de inversiones a plazos más largos y con una liquidez más acotada que en el caso de los activos tradicionales, pero en compensación a este tipo de características, ofrecen retornos más atractivos. Aspecto como este último, se constituyen en una muy buena noticia, los activos alternativos no son solo recomendables para episodios puntuales en que acciones y bonos adquieren comportamientos similares, sino que también se constituyen como un muy buen complemento para las carteras de inversión. Lo anterior, ya que, además de proveer de una buena capacidad diversificadora, ofrecen además las anteriormente señaladas tasas de retorno atractivas.
La invitación es entonces a considerar a los activos alternativos como una parte integral de las carteras de inversión. Sin embargo, al tratarse de activos poco tradicionales, su análisis, estudio, selección e inclusión dentro de una cartera los hacen algo complejos, de modo que una correcta asesoría profesional se hace indispensable. Lo anterior se hace aún más evidente pensando en las características propias de esta categoría, en términos de su menor liquidez. La selección del manager y vehículo adecuados según las necesidades en términos de objetivo de inversión y perfil de riesgo son extremadamente relevantes, volviéndose especialmente interesantes para individuos con un horizonte inversor de largo plazo.
La búsqueda de la mejor solución y la confección de una cartera óptima requieren de un proceso constante de análisis y búsqueda de las mejores alternativas, y dentro de éstas, los activos alternativos pueden jugar un rol fundamental.
Jorge O. Herrera Álvarez, Subgerente Estrategia de Inversiones
Ingeniero comercial, Máster en Bolsa y Mercados Financieros (IEB), España.