Tiempo atrás, mi hijo menor, luego de haberme escuchado hablar en una reunión en mis días de teletrabajo, me hizo la siguiente pregunta: “Papá, ¿cuándo crees que yo podría empezar a invertir?” Después de explicarle un poco de qué se trata el tema, le dije, “¿sabes qué?, cuanto antes empieces, mejor”.
¿Por qué cuanto antes mejor?, yo diría que al menos tenemos las siguientes dos razones:
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El valor de la inversión a largo plazo. Como hemos visto en otras ocasiones, una visión de largo plazo en las inversiones es una excelente aliada a la hora de contar con una cartera. Lo anterior ocurre, entre otras cosas, porque nos aparta de la tentación de caer en el market timing, y porque mientras más tiempo nos mantengamos invertidos en un mismo instrumento, el riesgo al cual nos exponemos disminuye. Respecto de lo primero, si bien el market timing asoma como muy atractivo (entendiéndolo como estar constantemente buscando los mejores puntos de entrada y salida en distintos activos financieros), es muy complejo llevarlo a cabo de manera exitosa. Apuntarle constantemente al instante preciso de realizar compras o ventas no solo es complejo en términos técnicos, sino que además, es extremadamente desgastante ya que exige un nivel muy alto de conocimiento y de actualización sobre una infinidad de temas. A esto hay que sumarle aquellos tópicos relacionados con aspectos que no dependen de uno mismo o que son imponderables. Asimismo, el costo de hacer una mala movida es altísimo, como por ejemplo, estar desinvertido en momentos en que los mercados se encuentren con comportamientos positivos o en ocasiones de alta volatilidad en que a días muy malos le siguen otros muy buenos. Adicionalmente, a medida que se extiende el tiempo en el cual nos mantenemos invertidos, el riesgo asociado disminuye. Lo anterior ocurre porque en el largo plazo los eventos negativos se van compensando con otros de carácter positivo y al final el retorno del activo financiero va tendiendo hacia su media.
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La “magia” del interés compuesto. El interés compuesto se da cuando estamos invertidos por varios períodos de tiempo, de modo que vamos obteniendo intereses y retornos sobre intereses ganados anteriormente. Por ejemplo, si es que parto invirtiendo $100.000 en un activo que me entregue un retorno del 1% mensual, durante el primer mes obtendré de ganancia $1.000. Si vuelvo a invertir un segundo mes lo obtenido, tendré que la base sobre la cual se calculará ese 1% ahora ha crecido y es de $101.000. De este modo el nuevo beneficio no es $1.000, sino que es de $1.010 y así sucesivamente.
Teniendo en consideración lo anterior, estar invertidos por un largo período de tiempo incrementa de manera considerable nuestras posibilidades de éxito. Hagamos el siguiente ejercicio: Imaginemos que tenemos una cartera invertida al completo en renta variable, la cual parte con un saldo inicial de $100.000 y vamos agregando de manera mensual $100.000 adicionales. Utilicemos al índice MSCI All Country World Index (ACWI) como referente de benchmark.
¿Sería muy diferente si comencé a invertir hace 20 años a que si lo hubiese realizado hace 10?
Podríamos tener alguna duda inicial al pensar que dentro de los últimos 20 años tenemos la crisis subprime de los años 2008-2009 durante la cual los mercados bursátiles tuvieron un comportamiento extremadamente negativo, evento que no está presente en los últimos 10 años. Sin embargo, cuando revisamos los números nos damos cuenta de que la realidad en ambos casos es muy diferente. Haciendo los cálculos con los retornos efectivos del ACWI nos damos cuenta de que, alguien que invirtió desde enero de 2005, según las condiciones descritas anteriormente, hasta el cierre de octubre de 2024 habría puesto de su bolsillo $23.800.000 (saldo inicial de $100.000 y sumando esta misma cantidad de manera mensual), los cuales se habrían transformado en $49. 314.768, un retorno más que atractivo, donde los intereses obtenidos explican un 51,7%, dejando el resto a los aportes de capital.
¿Qué ocurriría en el caso de haber invertido 10 años menos, es decir, desde enero de 2015?
La suma del capital que se habría puesto sería de $11.900.000, los cuales se habrían transformado hasta octubre de 2024 en $18.477.967. Si bien el resultado sigue siendo bastante atractivo, la composición de esta cifra final es bastante diferente al caso anterior, correspondiendo un 35,6% a los intereses ganados. ¿Qué ocurre aquí? Lo que pasa es que no es que solo los aportes más antiguos tengan más tiempo para rentar (que también es cierto), sino que además los intereses ganados se van sumando al capital invertido y van generando a su vez nuevos intereses.
Este ejercicio bastante simple pone de relieve los beneficios de una inversión de largo plazo y expone las bondades del interés compuesto. ¿Cuándo comenzar a invertir?, pues cuanto antes, mejor. Quizás sea buena idea que llame a mis dos hijos para plantearles el abrir una cuenta desde hoy mismo… Probablemente cuando yo ya sea abuelo me lo agradecerán.
Jorge O. Herrera Álvarez, Jefe Estrategia de Inversión Principal AGF
Ingeniero comercial, Máster en Bolsa y Mercados Financieros (IEB), España.