Mucho se ha escrito sobre los activos alternativos en el último tiempo. ¿Qué tan ciertas son las maravillas que de ellos se cuentan?, ¿siguen siendo una buena alternativa de inversión dado el escenario actual y el que se proyecta a futuro o ya pasó la oportunidad? En primer lugar, y solo a modo de recordatorio, una pequeña explicación respecto de qué son los “famosos” activos alternativos de los que tanto se habla. En general, bajo este término se considera a inversiones como private equity, private debt e inversiones relacionadas con el mercado inmobiliario, las cuales, si bien también se tratan de activos financieros en los cuales se puede invertir, cuentas con ciertas particularidades, como el hecho de contar con una liquidez más restringida, lo cual se traduce en un mayor retorno esperado versus activos tradicionales.
¿Qué hace de estos activos una opción interesante para los inversionistas y cómo se han comportado en el tiempo? En primer lugar, la inversión en activos alternativos está lejos de ser sólo un tema atractivo para desarrollar trabajos con fines docentes o de investigación. Los activos alternativos desde hace ya un tiempo son un asset class presente en carteras de inversiones y que reciben fuerte flujos de inversión año tras año. Y Chile no es la excepción a esta tendencia. A modo de ejemplo, en los últimos 5 años el crecimiento anual compuesto de la industria de fondos mutuos y de inversión en activos tradicionales asciende a un -0,06%, es decir prácticamente nulo, bastante distante del incremento del 28,1% de las estrategias en activos alternativos.
Tradicionalmente se ha señalado que los activos alternativos ofrecen una notable capacidad de diversificación. Para comprobar esto, analizamos lo acontecido en septiembre – octubre del año 2023, momento en que las tasas de los bonos del Tesoro en Estados Unidos aumentaron fuertemente llevando al plazo de 10 años al nivel sicológico del 5%. Lo anterior, provocó caídas en prácticamente todas las categorías de activos financieros, lo que se puede observar a través de las correlaciones entre los activos, las cuales se elevaron significativamente, incluso entre clases de activos que tradicionalmente no se encuentran tan relacionados, como es el caso de la renta fija y de la renta variable. Este hecho ocurrió en aquella ocasión, pero también en algunos momentos anteriores.
Calculando correlaciones móviles de períodos de 12 meses de varios activos respecto del índice S&P500 de la bolsa de Estados Unidos, se observa un importante incremento de éstas. El aumento en correlaciones es especialmente sensible respecto de la renta variable internacional y bonos del Tesoro norteamericano desde septiembre, algo que no sucede en los índices de referencia de activos alternativos analizados, sobre todo los referentes a private debt. Lo anterior, evidencia entonces que, en un momento de alto estrés a nivel de mercados, los alternativos han servido de una valiosa fuente de diversificación.
Cuando se quiere diversificar, justamente lo que se busca es combinar en una misma cartera, instrumentos que cuenten con correlaciones más bajas, de modo que se trate de activos que reaccionen de distinta manera, o al menos con diferentes intensidades, a los mismos estímulos. A lo anterior, también se debe agregar el hecho de que al ser los alternativos instrumentos menos líquidos, estos no cuentan con una valorización tan periódica como sus pares tradicionales, lo que ayuda a suavizar bastante los efectos de corto plazo y su volatilidad. Adicionalmente, algunos de estos activos, como es el caso de private debt e inmobiliario, cuentan muchas veces con flujos periódicos a modo de dividendos, lo cual también entrega otra fuente de retorno y de estabilización de resultados.
Los puntos expuestos en los párrafos anteriores se ven bastante interesantes, pero ¿estamos frente a un escenario proyectado para los próximos meses que se ajuste a una inversión de este tipo? Dicho de otro modo, ¿hace sentido entrar hoy en activos alternativos? A nuestro juicio pareciera que sí. Lo anterior, producto de una creciente necesidad de diversificación frente a un ambiente incierto y alta volatilidad asociada.
Como mencionamos en líneas anteriores, la diversificación que permitía una cartera compuesta por clases tradicionales de activos como la renta variable y la renta fija en algunas ocasiones no ha sido lo eficiente que acostumbraba, dejando a los inversionistas en activos tradicionales desprotegidos frente a los vaivenes del mercado.
Adicionalmente a lo anterior, el mundo post pandemia en términos económicos, pareciera ser uno en el cual las tasas de interés, si bien en un futuro próximo comenzarían a descender en Estados Unidos, serán mayores al equilibrio previo y con una inflación que podría asomar como más persistente, lo que entrega desafíos interesantes a los estrategas de inversiones a la hora de buscar activos que ofrezcan niveles de retorno esperado atractivos sujetos a un riesgo acotado. El descenso de las tasas de interés también debiera motivar a los inversionistas que hasta ahora se han sentido extremadamente cómodos en depósitos a plazo y en fondos money market (con retornos más que atractivos asociados a riesgos bajísimos), a buscar nuevos horizontes, y quienes tengan objetivos de inversión de mediano y largo plazo, pudiesen encontrar en los alternativos una solución muy interesante, haciendo crecer aún más este tipo de activos al recibir importantes flujos, otorgándoles un atractivo adicional.
Frente a lo anterior, y en concreto respondiendo a la pregunta del título, existe la convicción de que los activos alternativos no son una moda, sino una alternativa muy atractiva, y, sobre todo, hablamos de un aporte real y un buen complemento para las carteras de inversión. No obstante, lo anterior, su inclusión dentro de un portfolio, así como la correcta selección del vehículo en cuestión, tiene sus complejidades, de modo que la labor de los asesores se vuelve relevante para orientarnos al respecto. El llamado es considerar este tipo de activos, que pueden pavimentar y mejorar la experiencia de la ruta hacia la consecución de los objetivos financieros, algo bastante deseable en ambientes volatilizados de mercados como en el que estamos actualmente.