Si bien los efectos de la pandemia aún son patentes en algunas economías, y todavía no puede superarse ante la aparición de nuevas variantes, la recuperación sanitaria se hace cada vez mas palpable, asociada de manera relevante a los avances en los procesos de inoculación en las distintas geografías.
El fantasma de la inflación: aumentan la liquidez y la demanda, pero no la capacidad productiva de los países
Una vez los riesgos asociados a la crisis sanitaria han disminuido, ha comenzado a surgir el fantasma de la inflación como el nuevo peligro que se presenta para los mercados e inversionistas.
Parte importante de la rápida respuesta que han tenido las economías para evidenciar recuperaciones consistentes, ha estado asociada a gigantescos planes de ayuda gubernamentales, paquetes de gasto y apoyo fiscal y políticas monetarias bastante lazas por parte de los Bancos Centrales de los distintos países; todo con el fin de amortiguar, los efectos negativos de los cierres de las economías.
Todo esto ha generado una gran liquidez en los mercados. Liquidez que en algún minuto, inexorablemente se traduce en incrementos en la demanda, lo que tiene como consecuencia presiones en los precios, efecto acrecentado dado que a nivel de la oferta, la crisis sanitaria ha tenido también un efecto nocivo en la capacidad productiva.
Otras fuentes de presiones inflacionarias se pueden encontrar por ejemplo en los aumentos en el precio de commodities, algunos de los cuales tienen directa incidencia en el costo de la vida de las personas, como sería el precio del petróleo.
Alza en tasas de interés con el fin de controlar posibles brotes inflacionarios
Los Bancos Centrales cuentan con una meta vinculada a mantener una estabilidad en los precios, lo que hace necesario que empiecen a normalizar sus políticas monetarias elevando sus tasas de interés, a modo de controlar los brotes inflacionarios y potenciales reescalamientos de la economía.
Aquí se hace relevante la evaluación que hagan los Bancos Centrales respecto de si los brotes inflacionarios son efectos puntuales y de corta duración, o de si se trata de fenómenos algo más persistentes. Si bien la FED hasta ahora aboga por lo primero, la probabilidad de alzas de precios más consistentes ya se empieza a descontar en los precios de los activos financieros, contribuyendo también con tasas de interés al alza.
En el caso de Chile, no estamos ajenos a esta situación. Prueba de esto es el alza de tasas que el Consejo del Banco Central de Chile decretó en su última reunión de política monetaria, reflejando el hecho de que la fortaleza de la recuperación económica hace posible dar comienzo a un proceso de normalización de tasas de interés.
Invertir en renta fija también te expone a la volatilidad del mercado
Un error bastante común, es asumir que la inversión en renta fija efectivamente entrega un retorno sin mayores alteraciones. Si bien en términos generales la renta fija suele ser más segura que la renta variable, está lejos de no estar expuesta a diferentes riesgos que puedan alterar su valorización.
En el caso de los bonos, el principal riesgo es el de tasas de interés, donde un alza de éstas perjudica el valor de los bonos. La tasa exigida a cada bono puede variar en el tiempo de acuerdo con las condiciones de mercado y/o a la percepción que tengan los inversionistas respecto de los emisores de la deuda e instrumentos financieros.
De este modo, condiciones de mercado más restrictivas, aumento de la incertidumbre o mayor percepción de riesgo se traducen en mayores tasas de interés y por ende en una caída del valor de los instrumentos de renta fija. La realidad es que la renta fija, efectivamente es fija, solo en caso de que los inversionistas se mantengan en ella hasta el vencimiento (y por supuesto en caso de que el emisor cumpla con sus pagos).
Por otra parte, los bonos al transar en mercados, se encuentran afectos al riesgo de mercado, ese decir, sus precios se manejan por oferta y demanda, de modo que un inversionista que quiera vender sus posiciones previo al vencimiento obtendrá por ellos el precio al cual se estén cotizando en ese momento, precio que puede ser mayor o menos que aquel con el cual se inició la inversión, incidiendo de manera directa entonces en el retorno obtenido.
Recomendación: elegir tus instrumentos de inversión de baja duración e indexados a la inflación
No obstante, un ciclo de alza de tasas no es negativo para todos los bonos por igual. En general aquellos cuyo plazo para el vencimiento es mayor se ven afectados de mayor manera que aquellos que tienen una madurez más cercana. Esta sensibilidad de tasas se puede seguir a través del concepto llamado “duración”. Esta es la razón por la cual, ante expectativas de mayores tasas de interés en el futuro próximo se prefiere instrumentos más bajos en duración.
Otro “enemigo” de los bonos es la inflación, dado que los bonos tradicionales tienen sus flujos asociados a valores nominales, de modo que en períodos de alzas de precios por encima de lo normal la pérdida de poder adquisitivo puede ser relevante. Lo anterior hace interesante que escojamos bonos indexados a la inflación ante expectativas de alzas de precios por sobre lo normal, para protegerse justamente de la pérdida de valor que esto significaría.
Dicho todo la anterior, ¿qué deberíamos hacer con nuestras carteras de inversión frente a este escenario? En primer lugar, en momentos como el actual, con economías en franca recuperación, surge como alternativa el sobreponderar a la renta variable en desmedro de la renta fija, toda vez que las acciones suelen sortear de mejor modo estos períodos porque las empresas sobre las cuales dichas acciones han sido emitidas, siguen teniendo mejoras en sus resultados. Por otra parte, la renta variable tiene cierta protección frente a la inflación, ya que las compañías emisoras de las acciones pueden traspasar el valor de sus bienes y servicios los mayores precios.
¿Hay que deshacerse entonces de la renta fija por completo?
La respuesta es un rotundo no. En primer lugar, una cartera diversificada siempre debe contar con una porción de renta fija, aunque en este período debiésemos subponderarla como hemos dicho en desmedro de activos como las acciones.
Por otra parte, dentro de la renta fija, aún hay instrumentos que pueden tener valor, como por ejemplo aquella vinculada a mercados emergentes, los cuales van con ciertos retrasos respecto de los mercados desarrollados en cuanto a recuperación económica.
A nivel de moneda, puede ser interesante optar por instrumentos indexados o que cuenten con cierta protección frente a posibles brotes inflacionarios, como es el caso de bonos denominados en UF. Asimismo, surge como una opción relevante, el diversificar las posiciones en renta fija hacia emisores internacionales, de modo que ante mayores incertidumbres a nivel local o de pérdida de valor del peso, podamos contar con la protección de instrumentos denominados por ejemplo en dólares, dado que, como ya sabemos, momentos de mayor dificultad suelen traducirse en alzas en el tipo de cambio.
Por último, y no por ello menos importante, es recomendable optar por bonos de duraciones más bajas, dado que en ambientes de alzas de tasas de interés son quienes menos sufren por caídas en sus valorizaciones.
Adicionalmente, surgen como alternativa de inversión interesante en un escenario de tasas mayores los instrumentos que cuentan con tasas flotantes, es decir, cuya tasa de interés cuenta con un componente fijo y otro variable, logrando así captar parte de esas variaciones a nivel de los flujos que pagan los instrumentos y por tanto acotar las caídas en valor.
El contar con carteras correctamente diversificadas y adecuadas a nuestro perfil de riesgo es clave para poder alcanzar nuestros objetivos de inversión, como así también, el realizar periódicamente ciertos ajustes en nuestras posiciones como los antes descritos para beneficiarnos de mejor manera ante las buenas expectativas y para protegernos de eventuales complicaciones que puedan mermar su valor.